miércoles, 8 de abril de 2020

PASCUA MARRANA

(Traducido de un diario encontrado en Beirut en el año 1743)

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Hoy es el día 16 de la luna nueva de marzo. El pastor o lucero del alba está alto todavía, los ruidos de la noche aún son susurros, que explotarán al amanecer. 

Yo, don José Manuel de la Santa Trinidad Rojas y Mejías, contemplo la noche que está pariendo al día de la pascua hebrea (15 de Nisán).

Mi nombre no lo llevo por una casualidad, ya que arrastro los que fueron impuestos a los cristianos nuevos. El de  Rojas, es una inversión de las letras de Sajor (negro) y el de Mejías que es una derivación de Mesías. Esto es algo privado y que lo llevo muy oculto pues si lo descubriera la Inquisición, la desgracia caería sobre mi y sobre toda mi amada familia.

Pertenezco a los llamados “marranos” por la santa iglesia y debo hacer todo lo posible por demostrar mi devoción cristiana. 

De hecho, mi hermano Fray Pedro apóstol Rojas y Mejías es sacristán. Es el que más se ha sacrificado, ya que no sólo debe vivir una vida de hipocresía y negación de su fe, sino que también se ha condenado a ser un tronco sin gajos (hijos) ni simiente para “honor” de su iglesia.

Hoy deberé concurrir a misa con los míos y veré a mi hermano cuando coloque la hostia en nuestras bocas, sabiendo que lo hacemos empujados por el miedo y las circunstancias, ya que en ello nos va la vida.

Luego Pedro vendrá a lomo de burro hasta la finca, y juntos en la ribera del río, golpearemos las aguas con varas de sauce, recordando a nuestro patriarca Moisés en el desierto. 

No sé bien porque hago esto perque hay algo muy profundo en mi que me lleva a hacerlo. Quizá fuera el respeto a mis mayores, pero no. Es algo que surge dentro de mi, màs que por ellos, por amor mas que por compromiso.

Tengo una finca donde hago salado y curtido de cueros. Como es mucho el personal que requiero, voy a los mercados en dónde se venden esclavos. Allí, mi servidor, el mulato Lucas, de quien nadie podría sospechar su origen marrano (de hecho no lo tiene), se acerca a revisar a los pobres desdichados y cuando simula inspeccionar boca y oídos les dice en vos baja el “shemá Israel”, (oye Israel) a lo que muchos responden atónitos y embargados por la emoción. Estos son esclavos que compro para mi hacienda y en especial aquellos traídos de Portugal y Brasil. Los que son marranos responden positivamente a la contraseña. (También “compro” grupos que venden  los piratas sin pasar por mercado alguno. Son los sospechosos de esos judaizantes que  eran llevados en España al Santo tribunal  (los que los corsarios capturan en altamar). Para poder afrontar estas “compras” me ayudan miembros de la familia proceden de los sacerdotes (los Cohen y Levi, este último apellido trasformado en Viel). Todos ellos están en igual condición que yo.

Hoy, noche de pascua (15 de Aviv en nuestro calendario), todos esos “esclavos” que trabajan conmigo, saben que serán liberados de todo compromiso pues, después de relatar sobre nuestra esclavitud en Egipto, diremos: "¡ahora somos libres!" (aunque sabemos que no lo somos aún). 

Durante la semana quemamos mucha harina en los hornos para que nadie sospeche que no comeremos pan.

Mi esposa “deslizó” entre tantas horneadas unas pocas tablas de “pan flaco” que retiró sin ser vista y guardó celosamente en el sótano de la casa a fin de tener matzáh (pan ázimo) para la celebración de esta noche.

Yo me ocupo personalmente de la “carneada” de corderos para lo cual elijo animales sin defecto alguno, tomo cuchillos sin mella y después de despostar, pongo la carne en agua y en sal, sin olvidar salpicar con los cuchillos sangrantes las jambas de las puertas como hacían mis antepasados.

Quisiera acompañar esto con las bendiciones apropiadas, pero nunca las supe. Espero mis ruegos igual sean oídos.

Ya se acerca la hora de la cena. Pedro busca en el doble fondo de la capilla un libro muy antiguo que yo no se leer, pero mi hermano si, y a su vez enseño a mi hijo a hacerlo. 

Mando a Lucas al aljibe y, con el pretexto de echar cal, baja con la hamaca hasta la segunda calzadura donde hay oculta una copa labrada, un chal de oración y pequeños solideos con la estrella de David. También traerá un pedazo de pergamino que hallé en un viejo arcón familiar y, como creo que está escrito en hebreo, lo oculté hasta tanto me lo tradujeran.

 Bajo al sótano. El olor fuerte de los cueros y el “charqui” me impregna la nariz, y la tabla de salar está cubierta por un mantel de lino blanco, la copa refulgente llena de vino y el pan de la pobreza frente a la silla de cabecera. Todos tenemos miedos y angustias. 

Mi hermano Pedro está transformado, le brillan los ojos porque está llorando y mi hijo mayor, con un solideo rojo, me mira con amor y temor. .

¡Ay hijo! ¡Si pudiera protegerte del riesgo al que te expongo!. Pero sé que no puedo, con lo cual me asalta la culpa. Esta se desvanece al oír palabras que no entiendo, pero con una melodía que despierta en mi recuerdos de experiencias que no viví.

Mi hijo se levanta y canta unas pocas frases en lengua extraña para mi y mis invitados. Sin embargo al oírlas todos rompemos a llorar. Mi hermano, hoy sin su crucifijo parece librado de un yugo opresor, se levanta, me cubre con el viejo chal a franjas que ignoro a quien perteneció peroque, al envolverme en él, siento una calidez extraña en todo mi ser.

D’s Todopoderoso, ¿por qué no podemos sentir esto siempre? ¿Por qué debemos mentir diariamente sobre nuestra fe? ¿Cuántos de nosotros seguiremos tus caminos y cuaántos se alejarán para siempre de tu senda? ¡Ojalá pudiera ver un futuro poblado de hermanos que se manifiestan libremente como hebreos. hijos de tu pueblo elegido!.

Nos invade el silencio, todos lloramos en esta fiesta, que debería ser de alegría por la libertad lograda al salir de Egipto. 

Pido a mi hermano, el sacristán, que me traduzca el viejo pergamino. Lo despliega y con dificultad lee las letras que el tiempo borra. Pero su contenido resalta, y lee en altavoz..

"Avadim ahinu be atá bnei jorim, baruj atah adonay eloheinu, sheejeianu be kimanu be higuianu la zman hazéh". (Esclavos fuimos y ahora somos libres, bendito seas que nos permitiste vivir para llegar y acercarnos a este momento).

¡Quiera D’s que en un futuro no lejano, mis hijos y los hijos de ellos puedan vivir una pascua en libertad, tan sentida como esta “nuestra pascua marrana”!
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