sábado, 19 de septiembre de 2020

Los evangélicos y la política populista


Los evangélicos y la política populista

por Johannes Reimer

La autoprotección es probablemente la principal razón por la que los evangélicos parecieron incapaces de ver la fatalidad de un régimen que fue responsable de millones de muertes en toda Europa.

Traducido por Rosa Gubianas

07.09. 2020 · 

Me permito una palabra de aclaración antes de empezar a explorar mi tema. No intento comparar a los líderes políticos conservadores, egocéntricos y populistas de hoy con Adolf Hitler. Ningún alemán, yo incluido, debería intentar comparar a los políticos actuales con el führer alemán Adolf Hitler. Otros pueden hacerlo. Para nosotros los alemanes, sin embargo, el Tercer Reich y el cruel e inhumano régimen de Adolf Hitler es muy doloroso.

Lidiar con su tiempo debe, no obstante, estar permitido, incluso para un alemán como yo. Especialmente, cuando se considera el papel que los evangélicos jugaron en el ascenso del régimen fascista de Adolf Hitler. El hecho de que la gran mayoría de los evangélicos alemanes apoyaron el régimen de Hitler y sólo una pequeña minoría vio la naturaleza anticristiana del führer, me lleva a escribir este artículo.

Me preocupa profundamente el aumento de los políticos populistas en países con una gran población evangélica. De nuevo, estoy comparando la respuesta evangélica con el surgimiento de dictadores como populistas, no con la naturaleza de esos políticos en sí. No estoy discutiendo los Trump, Bolsonaro, Duterte o Kagame de nuestro tiempo y no los comparo con Hitler. Pero me inquieta que todas esas figuras se guíen por un espíritu de intolerancia y los evangélicos parezcan apoyarlas en gran medida.

¿Por qué hacemos eso? ¿Qué hay de malo con nuestra orientación política evangélica que parece llevar a muchos de nosotros a seguir a líderes con obvias tendencias anti-evangélicas?

¿Es la tendencia evangélica inherente a una mentalidad que favorece un marco rígido legalista, de Ley y Orden? ¿O es más bien el sueño general de vivir una vida tranquila y pacífica bajo un poderoso protector si lo apoyamos y rara vez nos inmiscuimos con nuestras vidas, a pesar de que él/ella pueda destruir a otros?

¿Es nuestra mente, a veces simple, una especie de ingenuidad, la que lleva a los evangélicos a apoyar más o menos a los políticos Rambo sin cabeza? ¿O es incluso una desobediencia intencional, un estilo de vida fuera de la voluntad de Dios, que alienta que este comportamiento cuestionable se arraigue entre nosotros? ¿Los evangélicos rehuyen las sociedades democráticas y prefieren las autoritarias?   

Estas y otras preguntas similares me molestan, ya que un cambio en la cultura política de las sociedades tradicionalmente democráticas se hace cada vez más evidente y los movimientos políticos populistas de extrema derecha ocupan cada vez más territorio. Nunca jamás desearía que una especie de régimen nazi se hiciera realidad de nuevo en ningún lugar del mundo.

Mi familia es de origen alemán y emigró a Rusia en 1804. Nunca experimentamos el régimen de Hitler, excepto la cruel represalia de los soviéticos contra los alemanes rusos después de la Segunda Guerra Mundial. Llegamos a Alemania en 1976 como parias alemanes, profundamente heridos por los soviéticos, culpados por todos los horrores del régimen nazi y finalmente expulsados del país. Alemania nos dio una cálida bienvenida. Sólo años después de nuestra llegada aquí, investigué la historia de Hitler y el régimen nazi.

La mayoría de los evangélicos alemanes dieron la bienvenida a Hitler y su régimen

Uno de mis estudiantes de misionología escribió su tesis doctoral sobre Erich Sauer, un famoso teólogo pietista, a quien admiraba mucho por su enfoque histórico de la salvación. Pero el día que mi estudiante me envió su capítulo sobre el papel de Sauer durante el régimen nazi, me quedé inundado de preguntas que nunca esperé que se me plantearan. Sauer apareció como un nazi fiel, que llamaba a Adolf Hitler “nuestro amado führer y firmó sus cartas con “heil Hitler”. Similar a muchos otros pietistas, bautistas, metodistas, menonitas y otras iglesias evangélicas libres.

El obispo metodista F.H. Otto Melle (1875-1947), presidente de la Asociación de las Iglesias Evangélicas Libres, asistió a la Conferencia Mundial Ecuménica en Oxford del 12 al 26 de julio de 1937. En su discurso en la conferencia elogió la política nazi y habló sobre un envío divino de Adolf Hitler. Atacó significativamente a los regímenes de los cristianos críticos en Alemania. Y no fue, de lejos, una excepción.

La gran mayoría de los cristianos evangélicos alemanes dieron la bienvenida a Adolf Hitler y su régimen. Pocos advirtieron a sus iglesias. Algunos se resistieron. Y todos conocemos los nombres de los héroes como Dietrich Bonhoeffer. Su valor no puede ser lo suficientemente loado. Muchos, sin embargo, permanecieron indiferentes y silenciosos. Incluso después de que la noticia de millones de judíos asesinados en los campos de concentración llegara al público alemán. ¿Cómo es que los evangélicos, afirmando escuchar y seguir la voz del Señor, dejaron de ver la verdadera naturaleza de un régimen anticristiano y antihumano?

La mayoría de las investigaciones sobre estos temas, apuntan hacia el desorden, la decadencia moral y el miedo permanente de una ideología comunista en el Este de Europa, que amenaza a la República de Weimar de Alemania. Hitler prometió poner fin a todo esto por la fuerza e introdujo la ley y el orden de nuevo en el país, al mismo tiempo que luchaba contra cualquier ideología comunista en su país y prometía restaurar la dignidad de Alemania después de la humillación de la Primera Guerra Mundial. Alemania sería grande de nuevo, prometió. Otros señalan el espíritu antisemita generalmente aceptado en las iglesias cristianas alemanas, así como su profunda admiración por un estado nacional fuerte que funcione.

Esta parece ser la mezcla tóxica que cegó a los evangélicos. Vieron en Adolf Hitler un hombre de orden y una figura de poder capaz de protegerlos de la persecución y la destrucción como había sucedido ante sus ojos en la Unión Soviética. Su retórica contra ciertos movimientos amorales y una justificación casi religiosa de las fuertes medidas a tomar por el gobierno, se sumó al entusiasmo de la mentalidad cristiana y al mismo tiempo egocéntrica y apolítica de los simples evangélicos. La autoprotección es probablemente la principal razón por la que parecieron incapaces de ver la fatalidad de un régimen que fue responsable de millones de muertes en toda Europa, entre ellos seis millones de judíos.

Hoy sabemos lo equivocado que fue concentrarse en el propio bienestar y pasar por alto el espíritu autoritario del régimen nazi. Ya no habrá cristianos en todo el mundo que alaben a Hitler por su “divina” vocación. Todos vemos la naturaleza diabólica de su régimen. No obstante, es extraño que por otro lado, los cristianos parezcan santificar regímenes autoritarios similares, que prometen acabar con el caos y la decadencia moral, introducir la ley y el orden usando la fuerza y hacer que sus naciones vuelvan a ser grandes.

¿No podemos aprender de la experiencia del pasado? ¿Los evangélicos son en principio menos democráticos? ¿O por qué tendemos a apoyar a populistas fuertes con carácter de dictador?

Los evangélicos alemanes cayeron en la trampa nazi debido a:

a) sus posturas apolíticas y menos reflexivas;

b) su preocupación por su propia seguridad social;

c) la concentración en ciertos comportamientos morales como existencialmente centrales (por ejemplo, la homosexualidad);

d) un profundo temor al comunismo;

e) orientación nacionalista y etnoconfesional.

Ver a un político entrando en la batalla contra sus miedos, fue leído como una intervención divina de Dios. Los signos de un claro espíritu anticristiano fueron pasados por alto o incluso excusados. 

De hecho, es peligroso permanecer apolítico, poco informado y descuidar todo el panorama. Puede que no lleve mucho tiempo y que la política de la ley y el orden, apasionadamente acogida, se vuelva contra los propios cristianos. Podríamos continuar. Todo esto sucedió en la Alemania nazi.

En lugar de imponer sus limitadas agendas, los evangélicos deberían seguir el Espíritu de Dios, que trae justicia, amor y compasión.

Y esto ocurre en muchos países con regímenes autoritarios hoy en día. Los evangélicos que lo supervisan están mal aconsejados. En lugar de imponer sus limitadas agendas, deberían seguir el Espíritu de Dios, que trae justicia, amor y compasión a todos. No, no son nuestros estados nacionales los que deben volver a ser grandes, sino el Señor, a quien servimos. Construimos su reino, no el nuestro. Y su reino no excluye al otro a expensas de su propia grandeza, sino que llega a todas las naciones del mundo, convirtiéndolas en discípulos del Gran Rey, Jesús nuestro Señor (Mateo 28, 18-20).

Como evangélicos debemos abordar los temas urgentes que están en juego. Necesitamos una teología clara de la participación política evangélica. Debemos entender la correlación entre la misión de Dios en el mundo y nuestra propia responsabilidad política. Necesitamos un concepto evangélico de lo que significa para nosotros la democracia y la autocracia. Apuntar al reino de Dios, un reinado teocrático, ¿puede ser fácilmente malinterpretado como antidemocrático? ¿Pero es este el caso? ¿Es el anticipo del reino tal como lo presenta el Cuerpo de Cristo, de alguna manera autoritario, o más bien básicamente congregacional y verdaderamente democrático?

Precisamos una teoría práctica de trabajo para combatir el desorden y la amoralidad en nuestras sociedades en el Espíritu del amor, la justicia y la humildad. Todo esto incluirá nuestra decisión de obedecer a Dios más que a los gobernantes de nuestros días (Hechos 5:29). Invito a mis compañeros evangélicos a discutir esos y otros temas similares.

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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Actualidad - Los evangélicos y la política populista





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