domingo, 27 de mayo de 2018

La guerra de las Embajadas

De José Ignacio Rodríguez

Un nuevo enfrentamiento, en la lista de guerras del moderno Estado de Israel, está en pleno apogeo con la llamada Guerra de las Embajadas. Una forma de conflicto engañoso, a pesar de incluir el término embajadas, que no es nada diplomático.

En el otro frente interminablemente abierto contra el terrorismo de Hamás, en la frontera de Gaza, las Fuerzas de Defensa de Israel siguen luchando para proteger a las comunidades judías limítrofes, con la línea de separación de la nombrada Gaza. Los intentos continuos, en forma de asaltos a la frontera de Israel, dirigidos por Hamás se han saldado hasta el momento con sesenta caídos. Los mismos dirigentes de Hamás han reconocido públicamente que cincuenta de los abatidos eran miembros de la banda terrorista y el resto, como no podía ser de otra forma, simpatizantes de Hamás.

En ambos casos bélicos, el de las embajadas y las fronteras, el vínculo es el mismo odio sempiterno por parte del islamismo hacia Israel y el Judaísmo que representa. La llamada Alianza de Civilizaciones, impulsada por el “socialismo progresista” del ex-presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y adoptada por la ONU, se centraba en una alianza entre las civilizaciones islámica y occidental. Una componenda en bloque de enemigos perjurados para destruir las bases de la llamada civilización Judeo-Cristiana, que ha conformado históricamente el mundo tal cual hoy le conocemos.

Los frentes de guerra que tiene abiertos el moderno Estado de Israel son numerosos, pero sobre todo los formados por la conjunción de fuerzas islamistas y occidentales progresistas induciendo al odio por los medios de comunicación, en la llamada guerra mediática contra Israel. La ONU como patrocinador y coordinador de actividades contra Israel, los judíos y el Judaísmo, expresión multiforme de la Fe de Abraham, siguen enfrentándose con la única nación creada directamente por el Cielo como referente ético, moral y espiritual para el resto de las naciones.

La envidia colectiva islámica-occidental contra el progreso, superación, valor, resistencia frente a las destructivas acciones de los invasores y las constantes victorias de Israel frente a sus enemigos les hacen el objetivo común a abatir de un mundo decadente, que camina hacia su destrucción de forma precipitada.

La pretensión de este artículo de opinión es llamar la atención de todos aquellos que mantienen encendida la llama de la fe en el Eterno y sus designios a combatir también mediática y espiritualmente, a los enemigos de Israel. La Guerra de las Embajadas es solo el principio de una larga batalla que se dará en el tiempo y que precisa de una fuerte carga de compromiso personal y colectivo contra los que quieren aniquilar a los judíos de la tierra ¿Parece fuerte? Pues en realidad es más fuerte de lo que parece.

La subsistencia de Israel, un país pequeño con grandes ideas, requiere de la colaboración interesada de todos sus verdaderos amigos. El conocido escritor galardonado con un Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, ha publicado muy recientemente un extenso artículo en el periódico español El País acusando con venenoso odio antisemita al Gobierno de Israel y sus instituciones, en su enfrentamiento con los “pacíficos” manifestantes de Hamás. Un supuesto amigo de Israel que se jacta de su cultura, premios y sabiduría que no es más que un enemigo encubierto, con vanos aires de grandeza intelectual.

En el mencionado libelo de odio, en forma de artículo, de Vargas Llosa dice: “Me honra haber recibido el Premio Jerusalén y me alegra saber que ninguno de mis amigos israelíes participó en ese “grotesco espectáculo” que protagonizó la estilizada Ivanka Trump desvelando aquella placa, y estoy seguro de que todos ellos han sentido tanta tristeza e indignación como yo por la matanza en las alambradas de Gaza” . Si esto dicen los supuestos amigos de Israel ¿Qué no dirán los enemigos declarados de Israel? El libelo infamatorio de Vargas Llosa denigra y calumnia a los judíos, Israel y sus instituciones civiles y militares. Un libelo difamatorio que exige una respuesta por parte del Estado Israel que podría empezar por retirarle el Premio de Jerusalén sea no sea, de su competencia.

La Guerra de las Embajadas tiene muchos frentes, entre ellos algunos mencionados, candentes que no debemos olvidar, ni perdonar. La idiosincrasia judía también tiene la capacidad de ser tenaz y firme contra sus enemigos, pero sobre todo con sus falsos amigos. El Cielo bendiga a Israel y a sus Verdaderos Amigos, con mayúsculas, y los reconozca con el Premio Noble de Verdadero y Sincero Amigo de Israel y de su Capital Indivisible Jerusalén. El Premio de Jerusalén dado a un antisemita es como poner un zarcillo de oro en el hocico de un cuadrúpedo inteligente. No tiene sentido ¡Quitárselo por favor!

 


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